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Charles H. Ramsey

Cuando fue jefe de policía de Washington, D.C., Charles Ramsey, junto con el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos y la Liga Antidifamación, creó un programa de capacitación para oficiales de policía. El programa, ya en su undécimo año, examina la historia del Holocausto a fin de ayudar a los oficiales a reflexionar sobre sus responsabilidades personales y profesionales.

La transcripción completa

CHARLES RAMSEY: ¿Qué significa ser policía? ¿Cómo es ser miembro de la policía en una sociedad democrática, con una supuesta función de proteger los derechos constitucionales de las personas? Sin embargo, no creo que la mayoría de los policías se consideren protectores de la Constitución. Solamente se consideran encargados de hacer cumplir la ley, aunque no todas las leyes son legítimas. Preguntas serias como estas surgen cuando se analiza lo ocurrido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

ALEISA FISHMAN: Cuando fue jefe de policía de Washington, D.C., Charles Ramsey, junto con el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos y la Liga Antidifamación, creó un programa de capacitación para oficiales de policía. El programa, ya en su undécimo año, examina la historia del Holocausto a fin de ayudar a los oficiales a reflexionar sobre sus responsabilidades personales y profesionales. Es un ejercicio de reflexión que Ramsey ha encontrado útil en su propia carrera y en su actual función de comisario de la policía de Filadelfia.

Bienvenido a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcasts del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos que es posible gracias al generoso apoyo de la Oliver and Elizabeth Stanton Foundation. Soy su presentadora, Aleisa Fishman. Cada mes, tenemos un invitado que reflexiona sobre las muchas maneras en que el antisemitismo y el odio influencian nuestro mundo en la actualidad. Desde Filadelfia, presentamos a Charles Ramsey.

CHARLES RAMSEY: En 1998, cuando asumí el cargo de jefe de policía de Washington, D.C., me invitaron a visitar el Museo del Holocausto de los Estados Unidos. Me inquietaron algunas imágenes que vi, pero no estaba muy seguro qué me molestaba realmente. Un par de días después volví y reconocí enseguida que lo que me perturbaba en realidad era el papel de la policía en el Holocausto, que desconocía antes de mi visita. Entonces me surgieron preguntas. ¿Por qué ocurrió esto en una sociedad democrática como la alemana? ¿Cómo fue que aquellos policías, que probablemente prestaron un juramento muy similar al mío, pudieron ser parte esencial de tanto horror? En ese momento, se me ocurrió que si llevábamos a los policías al Museo, los exponíamos a lo sucedido, les hacíamos comprender su papel de protectores de los derechos constitucionales de otros individuos, quizás podrían aprender enseñanzas de gran valor de la experiencia del Holocausto. Elaboramos un programa de estudios, se lo presentó luego a los reclutas del Departamento de Policía Metropolitana de Washington y, desde entonces, ha llegado a más de 50.000 oficiales.

Básicamente, en cuanto terminé mi visita al Museo, pensé en algunos problemas actuales que los policías enfrentaban en ese momento. Esto fue antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando el tema candente era la discriminación policial por perfil racial. También me impresionó otra foto de un hombre que acababa de ser “liberado”. Estaba sentado fuera de las barracas con un tazón de comida mirando la cámara. Pero en su mirada se advertía que no se sentía liberado en absoluto y que en realidad no veía en el fotógrafo un protector. En esa imagen lo que verdaderamente me impresionó fue que yo había visto esa mirada en personas de comunidades donde prestamos servicios. Cuando patrullamos, nosotros tampoco somos percibidos como protectores. ¿Por qué sucede esto? Estas eran preguntas pendientes, y yo quería encontrarles respuesta.

Se me ocurrió que una manera de enfrentar un problema muy delicado como la discriminación policial por perfil racial, como los controles policiales con sesgo racista, sería usando un incidente real ocurrido en un momento histórico lejano para que los asistentes no se sintieran parte de él y no tuvieran una actitud emocional defensiva que suele surgir cuando se tratan problemas raciales actuales. Esta estrategia toma a todos por sorpresa. Les confunde un poco desconocer la razón de la visita, pero cuando nos aproximamos al meollo de los temas y analizamos por qué la gente se siente de determinada manera (la historia de la autoridad policial, en los Estados Unidos y en todo el mundo, y el bagaje que las personas traen cuando nos miran con desconfianza), puede lograrse un diálogo auténtico, sin las confrontaciones que pueden surgir cuando se aborda el tema abruptamente.

Para los policías es difícil deshacerse de los prejuicios. En la calle constantemente vemos y abordamos cosas que la mayoría de las personas nunca ve, gracias a Dios. Es muy difícil no acarrearlas con nosotros, pero debemos luchar contra eso. A veces, es una lucha diaria. De todos modos, no podemos permitirnos comenzar a etiquetar grupos enteros de individuos, ni pensar que todos los jóvenes son matones y delincuentes, ni hacer generalizaciones sobre las personas a partir de las experiencias que vivimos. No podemos permitirnos eso porque los valores se degradan fácilmente con el tiempo. En cierto sentido, eso fue lo que ocurrió en Alemania durante aproximadamente diez años. Los valores y los principios comenzaron a degradarse con el tiempo, y eso propició el horror final. Nuestro juramente debe tener un significado; de lo contrario, las consecuencias son graves. Creo que los oficiales deben comprender por qué existen como organización, como profesión. No es ninguna exageración.